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El nuevo laboratorio de e-Science en la ETH Zurich debía cumplir dos retos fundamentales: caracterizar el lugar y dar forma arquitectónica al futuro del trabajo científico. Este innovador programa —dedicado a la investigación a partir de herramientas de computación y
— exigía optimizar la flexibilidad espacial para alojar una gran cantidad de material electrónico. Sin embargo, a pesar de su contenido, el diseño se aleja de la estética
para ofrecer una imagen sólida y atemporal.
Un rotundo prisma envuelto en lamas de travertino se inserta en la topografía de la parcela situada en el extremo este del campus Hönggerberg. Esta posición periférica hace que el edificio sea visible desde diferentes perspectivas, lo que ofrece la oportunidad de crear una imagen representativa. Sin embargo, la complejidad de la fachada, formada por un primer cerramiento de vidrio y un
de piedra, impide que el prisma se perciba como un objeto escultórico masivo. El volumen equilibra, por tanto, las cualidades de transparencia y solidez a través del ritmo sistemático de sus huecos y el rigor de sus detalles. Así, el canto de los elementos verticales sobresale ligeramente respecto a los horizontales, enfatizando su materialidad y su condición tridimensional. Las esquinas, por su parte, se diseñan cuidadosamente alternando en cada nivel las distancias entre lamas para generar un efecto dinámico que consigue desdibujar las aristas. Además de determinar su fisionomía, la fachada contribuye al comportamiento térmico del edificio y ofrece una serie de balcones conectados por una galería continua donde los usuarios pueden salir y observar el paisaje. Por otro lado, la profundidad y la posición de las lamas presentan pequeñas variaciones que responden a los resultados de un detallado estudio de sombras para garantizar la iluminación óptima de los espacios de trabajo en función de las diferentes orientaciones y épocas del año.
En el interior, la geometría modular permite que las diferentes salas se distribuyan a lo largo del perímetro de forma independiente a la estructura portante, liberando el centro del rectángulo para situar los sistemas de comunicación en torno a un gran vacío iluminado cenitalmente. Además de la profusión de luz natural, el color de los paramentos —pintados de azul, verde y amarillo— contribuye a crear una atmósfera alegre y distendida. Este atrio, que comunica visualmente los diferentes niveles, servirá como lugar de encuentro entre profesores, alumnos e investigadores.