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Entre finales del 2006 y comienzos del 2007, el Ayuntamiento de la capital convocó un concurso para el diseño del nuevo Centro Internacional de Convenciones de la Ciudad de Madrid (CICCM) sobre los antiguos terrenos de la Ciudad Deportiva del Real Madrid, al norte del eje de la Castellana, y cuando ya comenzaban a alzarse los cuatro grandes rascacielos privados que surgieron tras la recalificación de estos terrenos. El proyecto de los arquitectos Mansilla, Tuñón y Peralta resultó ganador del concurso, en el que también participaron los equipos de Nuno de Castro Montenegro, Arkitema, S-MAO, Soriano y Asociados con SENER y UP Arquitectos. Su propuesta constituía un gran disco vertical y perforado, un ‘sol naciente’ optimista y luminoso que partía de la necesidad de hacer presente la edificación pública, estableciendo una relación de igual a igual con las construcciones privadas, y rechazando por tanto una condición de simple basamento horizontal.
Partiendo de la decisión de ampliar las zonas verdes para garantizar así la continuidad peatonal de los espacios libres entre edificaciones y el parque previsto por el Plan General, el centro de convenciones se organiza como una estructura ascendente, optimizada y eficiente. El edificio establece estrategias de convivencia con los cuatro rascacielos por medio de la escala y la forma. El CICCM explora la escala del paisaje, impuesta por las dimensiones de las cuatro torres, y la manipulación abstracta de la forma circular, ya desarrollada anteriormente en otros proyectos de la oficina de Mansilla y Tuñón, para resolver el programa en altura. La estrategia empleada recuerda la tradicional convivencia entre los campanarios de las iglesias y las formas circulares de sus cúpulas en la ciudad histórica. El diseño del CICCM trata así de construir un nuevo paisaje social que, con la intención clara de dar unidad a un entorno fragmentado, abarcará desde la nueva terminal del Aeropuerto de Barajas hasta la carretera de La Coruña, y desde el paseo de la Castellana hasta la carretera de Burgos.
Durante la fase de desarrollo del proyecto, el diseño del centro experimentó algunas modificaciones significativas: las fachadas planas se hicieron ligeramente convexas; las numerosas aberturas cónicas mutaron en grandes ‘cráteres’ concentrados en la zona inferior del volumen; los auditorios abandonaron el disco y se desplazaron al basamento del edificio; y en virtud de su materialidad, a base de piezas hexagonales de aluminio, el sol radiante del proyecto original se transformó en una especular luna plateada sobre Madrid.