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Tipología:Fábrica Industria
Fecha:1997 - 1999
Ciudad:Le Cellier-sur-Loire
País:Francia
Fotógrafo:Georges Fessy
Un edificio situado en el paisaje que sigue la geometría estricta y las reglas sintácticas de un puzle. Cada cuadrado de la trama de veinte metros cumple una función, o parte de una función, dentro del proceso industrial, del mismo modo que cada casilla de un crucigrama se corresponde con una letra. Estas funciones se cruzan y se tejen entre sí dentro del proceso de producción, como letras compartidas por palabras verticales y horizontales.
Una primera lectura, metafórica, interpretaría la idea de funciones entretejidas como una evocación evidente de la principal actividad de la compañía Aplix: la fabricación de sistemas auto-adherentes en todo tipo de medidas y de superficies.
Una segunda lectura, más conceptual y contemporánea, reconocería una composición de elementos muy básicos capaz de crecer, de manera aleatoria, en todas direcciones, sin alterar los principios básicos que la rigen. Dentro de este conglomerado sin orden aparente, la actividad se organiza en torno a una calle interior que cuza la trama de módulos de fabricación, conectando los diversos elementos que forman el complejo entre sí.
Sin embargo, toda esta estructura geométrica, que organiza la fábrica a partir de imperativos criterios funcionales, resultaría inútil sin su necesaria confrontación con la naturaleza. No parques o jardines, sino la clase de naturaleza que nos rodea en el campo o en la ciudad. Por lo general, la presencia de un gran edificio industrial en un entorno marcadamente rural parecería aconsejar su fragmentación en un conjunto de pequeñas unidades fabriles. Sin embargo, en este caso, la violencia de la nueva construcción constituye una gran fuente de energía; una energía reflejo de la incesante actividad humana, de su constante progreso y de su inserción en el paisaje, sea este urbano o ‘natural’.
La ‘piel’ que cubre el frente del edificio está constituida por escamas metálicas, pulidas y brillantes. Estas escamas actúan como instrumentos ópticos —como una lente de Fresnel— dando la impresión de multiplicar o de reducir los rayos de luz. De este modo, el paisaje se refleja, se separa; en definitiva, se amplifica. El movimiento de la luz y de la gente se transcribe así sobre el espejo plegado que constituye la fachada metálica. La naturaleza está presente en todas partes, también en el interior del edificio, donde unos jardines rectangulares ocupan el corazón de la trama ortogonal de la fábrica. El juego de los reflejos de luz e imágenes deforma el lugar y sus bordes, e impide hacernos una idea ‘precisa’ de sus dimensiones reales.