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Construida por un pirata genovés en el siglo XVI, este palacio situado en el casco antiguo de Palma de Mallorca, se quemó parcialmente durante un incendio intencional: la idea era espantar a su rústico dueño -un corsario italiano, considerado personan non grata en la ciudad de Palma-.
Se rediseñó por completo con el objetivo de reflejar la personalidad Sapey, un espacio hecho a medida de sus gustos sin tener que seguir las restricciones a las que normalmente se enfrenta con sus clientes. Una de los atrevimientos fue pintar las paredes de colores fuertes, lo que en un edificio del siglo XVI suponía todo un atrevimiento. Fue el momento perfecto para expresar el alma creativa y artista de la arquitecto, que desde pequeña soñó con ser artista. Hasta este momento, nunca se había animado a expresar su lado más pictórico y vívido que en este espacio no recae en la expresión arquitectónica sino en el uso del color. Se trata de una alabanza a la mágica isla de Mallorca y a sus colores mediterráneos: el amarillo ácido de los limones o el más cálido del sol. Los azules, no solo del mar, sino también del cielo. También está presente el color verde, un intento por crear una especie de invernadero con las ventanas románicas de fondo. Se tuvo claro desde el comienzo que los elementos tradicionales del palazzo se mantendrían, sus techos altos, los pisos de madera y las grandes ventanas.